Me pareció tan buena esta nota que la quise tener «a mano», Gracias a cristianos.com
«Pero Esteban lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vió la Gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la diestra de Dios, y dijo “He aquí veo los cielos abiertos y al Hijo del Hombre que está a la diestra de Dios» (Hechos 7: 55-56).
Cuando un siervo de Dios vive lo que predica, está listo tanto para predicar como para morir por el Señor, y si está listo para morir por el Señor, va a estar predicando hasta el último momento de su vida.
Eso pasó con Esteban, el vivía de verdad lo que decía, su relación con el Señor, era tan íntima, que en el momento climax de la agresión, tiene sus ojos puestos en el cielo y puede ver a Jesús, que estaba a la diestra de Dios. ¿Cómo lo habrá visto a Jesús? ¿Qué le habrán dicho sus ojos? Imagino a Jesús con sus brazos abiertos diciendo: «Bien hecho, buen siervo y fiel, entra en el gozo de tu Señor», te estoy esperando, sé lo que estás sufriendo, yo lo sufrí antes cuando dí mi vida por tí en la cruz, porque te amé.
Solamente un hombre lleno del Espíritu Santo era capaz de enfrentar un momento así, sin perder la visión de Aquel que le había llamado. Las demandas de Jesús habían sido el propósito de su vida, y ahora eran las fuerzas y la convicción para enfrentar la muerte, sabiendo que iba a estar en los brazos de su Señor, para quién había vivido. Sí, solamente pueden morir de esta manera, los que han vivido la verdad del Evangelio y son siervos de Dios y no ejecutivos del Evangelio o personajes del show. Esta es la hora cuando se vé la realidad de lo que creímos y cómo lo creímos. La relación con Dios no es una vida religiosa, pero sí, una vida santa, apartada para Dios, puesta sobre el altar.
Allí no estaban los flashes de los fotógrafos, ni las cámaras de la T.V. Esteban estaba solo, en medio de las piedras, las que le arrojaron los que defendían la religión, los que decían ser hijos de Abraham, los que decían que representaban al Eterno Dios. El siervo Esteban estaba fuera de todo juego político del poder religioso. Había entregado toda su vida a la causa del Señor en sencillez y humildad y ahora le entregaba su espíritu, él lo dió todo y Dios le abrió la visión del cielo que le esperaba.
¡Señor ayúdame a vivir de tal manera que un día pueda tener esta hermosa visión!
Daniel L. Bustamante