(Jesús sacó a los discípulos) fuera hasta Betania, y alzando sus manos, los bendijo. Y aconteció que bendiciéndolos, se separó de ellos, y fue llevado arriba al cielo. Ellos, después de haberle adorado, volvieron a Jerusalén con gran gozo. Lucas 24:50-52
La Ascensión
Ha llegado el momento en que Jesús resucitado debe dejar a sus discípulos para ir al cielo. Su partida se efectúa mientras los bendice. Así podrán conservar en su corazón la imagen de su Maestro amándolos y orando por ellos. Se separa de ellos no en un carro de fuego, como lo hizo Elías el profeta con Eliseo, al subir al cielo en un torbellino (2 Reyes 2:11), sino apaciblemente por su propio poder, y se sienta «a la diestra de Dios» (Marcos 16:19). De ahí en adelante, los suyos le vemos y le contemplamos allá arriba por la fe. No es más un Cristo crucificado sino glorificado.
Desde ahora los discípulos son capaces de entender el alcance de las palabras que Jesús les había dicho poco antes: «Si me amarais, os habríais regocijado, porque he dicho que voy al Padre» (Juan 14:28), y, lejos de ser presa de tristeza, sus corazones liberados del egoísmo natural están llenos de un gran gozo y desbordan de alabanzas.
Creyentes, es ésa también nuestra parte. Por la fe sabemos que tenemos vida y somos resucitados juntamente con Cristo (Efesios 2:5-6), mientras aguardamos la realidad en la «casa del Padre», donde estaremos «siempre con el Señor» (Juan 14:2-3;1 Tesalonicenses 4:16-17).
De lo alto donde Cristo está
Entronizado, su esplendor
Ilumina a su Iglesia acá,
En tanto aguarda a su Señor.
Fuente: Fundación bíblica «La buena Semilla».